miércoles, 30 de abril de 2008

En torno al Diseño Inteligente, el Darwinismo y el Creacionismo

«Un resultado imparcial sólo puede obtenerse declarando cabalmente y sopesando los hechos y los argumentos en los dos lados de la cuestión ...»

Charles Darwin,
El Origen de las Especies
por Selección Natural,
1859. (p. 18 de la Edición de Zeus, Barcelona 1970).

Cuando una cuestión no se conoce en todas sus dimensiones, a menudo los hechos aparentes se pueden interpretar de diversas formas. Un conocimiento superficial de los hechos relativos a fenómenos como, por ejemplo, la resistencia bacteriana a antibióticos, o de diversas plagas a los pesticidas, puede llevar bien a extrapolaciones darwinistas, bien a interpretaciones coherentes con la tesis del Diseño Inteligente (DI). Es el conocimiento detallado de los diversos mecanismos el que permite dilucidar las consecuencias; la conclusión de un examen riguroso es que no aportan nada constructivo ni relevante para un surgimiento de una NUEVA información genética o estructural. Más bien, se debe a mecanismos que o bien ya estaban programados para la defensa (activación de dispositivos previamente existentes en el organismo), o bien a la acción de mutaciones que causan reducciones de las capacidades genéticas y estructurales de los organismos afectados, o bien otras estrategias de defensa no generadoras de novedades genéticas (biopolímeros, etc.).
El aumento del conocimiento acerca de los detalles de los mecanismos de mutación no conduce a una conclusión de un mecanismo neodarwinista generador de novedades, sino en todo caso generador de una creciente reducción de la información y de la estructura de los organismos que las padecen. (Véase, por ejemplo, el artículo La resistencia de las bacterias a los antibióticos —¿un ejemplo apropiado de cambio evolutivo?)

Por otra parte, por lo que se refiere a la naturaleza de los fósiles, Edmund Ambrose reconoció, no hace tanto tiempo, que:
«En la actual etapa de investigación geológica, debemos admitir que no hay nada en el registro fósil que contradiga la perspectiva de los creacionistas conservadores, que Dios creó cada especie de manera separada, supuestamente del polvo de la tierra.»

Edmund Ambrose,
The Nature and Origin of the Biological World
New York:
(John Wiley and Sons, 1982), pág. 164.

DI en distinción a creacionismo

Cuando se dice que el DI no es creacionismo, que no apoya a una tierra reciente o que no da respaldo a la tesis diluvial o catastrofista como explicación de la trama geológica de la Tierra, se debe observar que ni respalda tales cosas ni las niega. Se trata simplemente de que el DI es un instrumento para determinar si se puede detectar un plan, un propósito deliberado, una intervención inteligente que ha sido causa de unos acontecimientos o que ha dado origen a unos artefactos que no se hubieran podido originar sin dicha acción inteligente (p. ej., el encadenamiento de únicamente L-alfa-aminoácidos para la formación de proteínas y el encadenamiento de solamente D-azúcares para la elaboración de las cadenas del ADN, el aislamiento y el encadenamiento de los componentes de todas las estructuras de la vida —toda una plasmación imposible mediante la acción en solitario de las leyes naturales en sistemas químicos naturales).

La determinación del DI, así, no examina ni contempla el CÓMO ni el CUÁNDO, sino que es un instrumento riguroso empírico para detectar el DISEÑO INTELIGENTE de sistemas especificados y complejos. Para la historia, el cómo, el cuándo, es preciso recurrir a los recursos históricos.

De modo que el DI hace una propuesta por una parte muy modesta, pero a la vez muy poderosa: la detección irrefutable del DISEÑO y de la plasmación de dicho designio en unas estructuras que manifiestan la realidad de un DISEÑADOR INTELIGENTE verdadero, y no la acción de fuerzas naturales, que se manifiestan impotentes para tal cosa.

Ahora bien, ¿qué razones hay para los ataques tan agrios que se han lanzado desde las barricadas del materialismo contra el DI? El célebre genetista de Harvard, Richard Lewontin, lo expresa de forma muy abierta, con unas palabras contundentes que recuerdan la campaña de Voltaire contra el Dios revelado y su clamor contra Dios con sus blasfemas palabras «Écrassez l’Infâme». Ver la cita de Lewontin en la barra lateral.

Como razona Darby en su ensayo «The Irrationality of Infidelity [La irracionalidad de la incredulidad]», Dios resulta así excluido. Y como dice Pablo en su Carta a los Romanos: «detienen la verdad con injusticia», y ello de modo que «no tienen excusa».

- El DI no es «creacionismo» entendido como sistema, como visión completa del mundo. Se limita a facilitar la identificación del DESIGNIO en un objeto o en un acontecimiento.

- El DI no comporta necesariamente creación por FIAT según se nos revela en Génesis —como tampoco la niega en absoluto: queda fuera de su campo. El DI es un factor común a toda tesis que afirme que una inteligencia ha tenido que planear, escoger, dirigir y plasmar sus creaciones mediante unas vías que no se limitan a las leyes o procesos naturales actuales. Es compatible con ciertas variedades de evolucionismo teísta y con las diversas posturas más directamente creacionistas (creacionismo progresivo, de tierra antigua, de tierra joven, etc.). Pero el DI, por sí mismo, NO es creacionismo por fiat. NI evolucionismo teísta. Es el instrumento objetivo, analítico, de detección de un designio plasmado en un diseño inteligente que sigue un plan preconcebido por el diseñador o planificador de dicho acontecimiento o de dicho objeto. ...

Richard Dawkins dice que «Darwin hizo posible ser un ateo intelectualmente satisfecho» —y efectivamente, el darwinismo y la síntesis neodarwinista no constituyen una empresa científica desapasionada para descubrir ninguna verdad, sino una empresa intelectual que intenta establecer y justificar una posición previa: el ateísmo, como lo reconoce abiertamente Lewontin (ver la cita en la barra lateral). Pero el entusiasmo de Dawkins era prematuro e injustificado. El darwinismo ha resultado ser una explicación fracasada para el origen de las especies, y también todos los intentos de explicar el origen de la vida misma desde una perspectiva materialista están en total bancarrota. Las características de la vida siguen proclamando en voz alta la realidad de un diseño NO aparente sino real, de una selección NO natural sino deliberada y consciente, guiada para un propósito y con plenitud de información para llegar a su fin. Se hace evidente un Designio, un Propósito, el Poder y la Deidad del Creador.

Diseño y Designio

En la naturaleza, el diseño no es aparente, frente a lo que dice Richard Dawkins, sino real; no es resultado de unos procesos ciegos, sino de una voluntad, de un propósito, de un plan, de Dios. Dawkins dice que «la biología es el estudio de cosas que parecen diseñadas para un propósito» —para Dawkins, la palabra clave es «parecen»— la apariencia está presente, pero a decir de él se trata de un espejismo. ¿En qué se fundamenta para su postura? Esta es la perspectiva interesada del Ateólogo.
«Ante una obra humana, cree saberse de dónde vienen las potencialidades que contiene y quién les ha dado forma; cuando se trata de un ser vivo se ignora y nadie lo ha sabido ni lo sabe, no más Darwin que Epicuro, Leibnitz que Aristóteles, Einstein que Parménides.
Un acto de fe puede él solo hacernos adoptar tal o cual hipótesis. Pero la ciencia no acepta ningún credo (o no debería aceptarlo), confiesa su ignorancia, su impotencia, para resolver el problema que estamos seguros se plantea y tiene una realidad.
Si investigar el origen de la información en un ordenador no es un falso problema, ¿por qué lo sería cuando se trata de la información contenida en los núcleos celulares?»
Pierre P. Grassé, La evolución de lo viviente,
Madrid, H. Blume Ediciones, 1977, pp. 16, 17.

Fundamentalmente —y en contra de los que dicen que se trata de una cuestión de fe contra ciencia, el debate del DI tiene lugar contra una postura de entrada dogmáticamente materialista (ver Lewontin), mientras que el DI establece el criterio para distinguir entre causas secundarias, la operación de la ley natural, etc., por un lado, y causas inteligentes (selección deliberada, actividad inventiva, generación de complejidad especificada), por el otro. El materialismo no puede pretender ser más de lo que es: un prejuicio ideológico, y no la medida final de la realidad, que no puede admitir esta restricción DE PRINCIPIO.
Santiago Escuain

lunes, 14 de abril de 2008

El origen de la vida – un problema irresoluble para el materialismo

Cuando hablamos del origen de la vida, nos referimos en realidad al origen de la primera unidad metabólica que se puede reproducir y perpetuar.

Antes de los grandes avances en microscopía y otras técnicas de observación, se creía que las células eran unas realidades relativamente sencillas, un protoplasma en cuyo seno se daban unas interacciones químicas que les daban sus propiedades dinámicas y reproductivas. No fue hasta que se pudieron observar las estructuras de la célula mediante microscopía electrónica de alta resolución y mediante otras técnicas que se llegó al conocimiento de que no se trataba de meras interacciones químicas más o menos sencillas, sino de complejísimas interacciones en las que todos unos sistemas de máquinas complejas sumamente miniaturizadas compuestas de piezas de material proteínico cumplían funciones muy específicas dentro de un gran complejo biológico-industrial, con sistemas de almacenamiento, traducción, transcripción y mantenimiento de información, de regulación y control de procesos, de captación, transformación y aplicación de energía, de entrada selectiva de materiales y de su transporte automatizado con sistemas codificados de identificación, con relojes y temporizadores para todos los ritmos de funcionamiento y operación.

Así, el problema del origen de un sistema vivo no se circunscribe meramente al origen de sus sistemas funcionales como tales, sino:

1) Si primero se formaron los sistemas por algún azar (sistemas de captación de energía, de conversión de energía, y de aplicación de la energía a funcionalidades),
2) entonces, ¿cómo llegaron estas estructuras proteínicas a quedar descritas en un sistema codificado de información soportado por el ADN
3) que después podría reproducirlas mediante el complejo aparato de transcripción ADN-ARN junto con todo el complejo de máquinas proteínicas codificado por su parte en el ADN?

Soporte de información e Información – una distinción necesaria

A veces existe la percepción inconsciente de que el ADN (el Ácido Desoxirribonucleico) ES la información genética, y que si se pudiese explicar la formación del ADN tendríamos resuelto el problema del origen de los códigos de la vida. Es necesario distinguir entre el soporte de la información y la información misma.
Un ejemplo lo tenemos en una onda de alta frecuencia, que no es información de por sí, y que se podría explicar como una emisión debida a un fenómeno natural. Pero una onda de alta frecuencia puede ser soporte de información, cuando una fuente de información (la voz humana, una fuente de música, etc.), modula bien su amplitud, su frecuencia o su fase por medio de unos dispositivos aplicados para este fin. Esto posibilita la comunicación de información de emisor a receptor.

Otro soporte de información es el papel y la tinta, que no explican por sí mismos el mensaje expresado por este medio; es la secuencia de letras la que da el mensaje, bien una novela, bien unas especificaciones técnicas para la construcción de una máquina. Lo mismo sucede con el ADN, que de por sí jamás podría explicar la secuencia de las bases químicas, que constituye unos códigos para unos fines determinados. Esto aparte de la incapacidad de ningún sistema meramente químico, sin dirección inteligente, para producir esta molécula.

La misma información se puede transferir de uno a otro soporte, de ondas electromagnéticas portadoras de un Código Morse (... --- ...) a letras sobre papel (SOS) o a código binario de ordenador o al alfabeto Braille. El mensaje, la información, es una entelequia que comunica unos significados y que puede cabalgar sobre diversos soportes, y que no es por tanto el soporte mismo, sino que es independiente de él.
Así, las cadenas de ADN no son información, el papel y la tinta no son información, la superficie de un CD-R no es información – pero sirven como medios para contener información. Se puede decir con estas palabras: El Quijote, de Cervantes, es mucho más que el papel y la tinta con que está hecho el libro. Hay otra magnitud además del soporte material: está el mensaje.

Así, lo que tenemos es información, que es generada por una mente, (1) bien para comunicarla a otra mente cuando ambas mentes comparten un mismo código, o tienen medios para traducir los códigos para hacerlos comprensibles de la una a la otra, o bien (2) para dictar instrucciones generadas por una mente para la consecución de unos propósitos especificados y aplicados luego por unos mecanismos capaces de recibir esta información y traducirla en resultados.

¿Qué fue primero – el huevo o la gallina?

De modo que el problema es: ¿Se formaron primero las máquinas proteínicas por azar? En tal caso, ¿cómo quedaron descritas y codificadas sobre el soporte del ADN y cómo se formó toda la maquinaria proteínica para la transcripción y plasmación de esta información para dar a su vez todas las estructuras proteínicas formadas al principio por azar?

¿O acaso se formó primero el ADN por azar, con los códigos de la vida? ¿Con todas las instrucciones para los diferentes componentes de la maquinaria celular, de captación, conversión y aplicación de energía, y para la identificación y el transporte de materiales a las diferentes partes de la célula, y también las instrucciones para las secuencias y la temporización de su montaje? ¿Y cuánto tiempo transcurrió hasta que se formó por azar toda la maquinaria para LEER estas instrucciones y aplicarlas de una manera funcional?

Y, mientras se formaba la maquinaria para poder emplear la información en este soporte de ADN, químicamente sumamente frágil, ¿cómo se explica la no degradación y disolución de una cadena de ADN cargada de información pero sin las proteínas y las enzimas necesarias para su protección, activación, reparación y reproducción?

Las alternativas

Las diferentes opciones que se han presentado por lo que se refiere al origen de la vida, al origen de la primera célula funcional, son las siguientes:
a. Azar + Selección Natural
b. Ley natural determinista
c. Dirección personal inteligente
a. Azar + Selección Natural

Un argumento que usan los materialistas es que no se puede comparar la maquinaria de la vida, con toda su complejidad, con las «verdaderas» máquinas inventadas y hechas por los hombres, «porque las máquinas hechas por los hombres no se reproducen, y es la capacidad que tienen de reproducirse lo que hace que los seres vivos puedan evolucionar mediante la selección natural». Pero este argumento es totalmente falso en relación con el origen de la vida: No se trata solo del hecho de que todas las máquinas de las células, que son verdaderamente máquinas más que microminiaturizadas, son de una complejidad exquisita y que están coordinadas en sus funciones en tiempo y ritmo para sistemas de tratamiento, traducción y transcripción de información. Se trata también de que la reproducción de la célula no puede darse HASTA QUE TENEMOS LA CÉLULA COMO UN TODO. Por tanto, el materialista no puede aducir ninguna diferencia entre la maquinaria de la célula y la maquinaria inventada por el hombre «porque se trate de sistemas vivos». No existe vida biológica hasta que existen todos los sistemas informáticos con toda su maquinaria, tanto la información misma contenida en su soporte material de ADN, transcrita luego por todo un conjunto de maquinarias constituidas por piezas específicas de proteínas que luego traducen esta información para la elaboración de los materiales necesarios, y como instrucciones de posicionamiento y direccionamiento de los materiales, y para la temporización y regulación de las diferentes funciones celulares y organísmicas de la vida. Se precisa de un sistema completo para que las complejísimas funciones de la vida puedan COMENZAR A EXISTIR. El paralelismo del origen al azar de una célula se debería hacer con el de un conjunto industrial automatizado de una complejidad tal que se pudiera reproducir a sí mismo, desde todas las bases de datos con todas las especificaciones completas de todas las maquinarias, sus ubicaciones, los materiales que han de recibir y cómo deben proceder con ellos, y del mantenimiento mismo de todo el conjunto, hasta las maquinarias mismas y todo su entorno, conexiones, sistemas de captación, transformación y aplicación de energía, sistemas de regulación y control de los procesos, tolvas de entrada y compuertas de salida de materiales específicos, etc.

De modo que el materialista no puede soslayar el problema real que se le plantea del origen de estas máquinas con la afirmación de que «son sistemas vivos», porque dichos sistemas vivos no existen hasta que no tenemos la existencia integrada de todo este sistema informático con todas sus máquinas, en el que las máquinas proteínicas están codificadas en el ADN, pero en el que el ADN no puede expresar su información aparte de la acción de todas estas máquinas proteínicas.

En el binomio «Azar + Selección Natural», por mucha importancia que se atribuya a las «presiones selectivas» para dar la impresión de que dicha presión impulsa al surgimiento de nuevos órganos y de nuevas funciones biológicas, se debe reflexionar que la selección, natural o artificial, solo puede operar sobre aquello que ya existe, y además que solo puede operar con entidades que ya se reproducen. Por tanto, la selección natural solo puede existir cuando la célula viva ya existe y se reproduce. Por ello mismo no puede invocarse como causa para su origen. Evidentemente, la selección natural no podría actuar para escoger los componentes necesarios para la formación del complejo sistema reproductor de la célula, al no existir todavía la imprescindible función reproductiva. En este caso se trata de la formación de todo el conjunto integrado de la primera célula por puro azar. Y el azar queda excluido.

b. Ley natural determinista

Durante las primeras décadas de las especulaciones acerca de cómo se hubiera podido formar una primera célula viva por procesos puramente materialistas, hubo un sector de materialistas que expresó la convicción de que las leyes naturales mismas hubieran llevado a la formación inevitable de la vida. Entre otros, Kenyon y Steinmann expresaron esta postura en su libro Biochemical Predestination (Predestinación bioquímica). En la actualidad todavía se expresa esta idea con el concepto popularizado de que si las condiciones son idóneas, la vida surgirá de forma necesaria. La idea es que si encontrásemos un planeta o un satélite con condiciones «terráqueas», podríamos esperar encontrar vida, naturalmente formada por estas mismas leyes naturales, según se supone.

Pero la realidad es que las propiedades de los sistemas químicos IMPIDEN la acumulación de los componentes necesarios para la vida, e incluso no solo la acumulación, sino también incluso la formación de dichos componentes (ADN, cadenas polipeptídicas, etc.), por no hablar de todo el montaje de los componentes en sistemas dinámicos coordinados de máquinas proteínicas lectoras de código, correctoras de mutaciones, transcriptoras, reguladoras, constructoras, y de captación, transformación, aplicación y regulación de energía, de transporte automatizado de materiales, etc. Las leyes naturales son impotentes para explicar el origen de la vida. Más aun, lo impiden en ausencia de una acción deliberada, bien inmediata o mediada, porque actúan en dirección contraria; no son integradoras, sino desintegradoras.

c. Dirección personal inteligente

Así como el conjunto de componentes mecánicos, eléctricos y neumáticos, estáticos y dinámicos, de un sistema coordinado y automatizado de máquinas, no se puede explicar mediante el azar ni por las leyes de la materia (aunque cuando todo el conjunto ha sido construido inteligentemente, sigue ciertamente las leyes físicas y químicas), las estructuras bioquímicas y su encadenamiento no se pueden explicar tampoco por el azar ni por la acción de la ley natural. Todo ello es expresión de un ingenio inventivo para conseguir un fin determinado; todo ello habla de una Mente, y más todavía, de una Mente Creadora llena de propósito: de la Deidad y del Poder de Dios.

Negación – no refutación
----El materialismo como idolatría

Los que niegan a Dios Su capacidad y poder para crear acaban, muchos de ellos, atribuyendo esta cualidad a aquello que objetivamente no la tiene —al universo (por ejemplo, Sir Fred Hoyle [El Universo Inteligente], De Duve [Polvo vital], a los sistemas fisicoquímicos, etc.

De modo que niegan a Dios el ser, la sabiduría y el poder, y atribuyen todo esto a la [N]aturaleza, «la Madre Naturaleza», etc. Niegan a Dios la adoración que le pertenece y adoran al ser creado, lo que con justicia denuncia la Escritura como un pecado capital de una cultura que se ha levantado en rebelión contra Dios:
«Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, ... ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.»
(Romanos 1:18-22, 25.)

Santiago Escuain